Astra Space Travel o la rave de fin año en Barcelona para petarlo (a la velocidad de la luz )

Cuando los americanos pisaron la Luna, en vez de plantar una bandera con un smiley o cualquier otra cosa algo open minded y transversal, optaron, como sabéis, por el clásico imperialismo, y clavaron una previsible enseña con sus colores patriotas. Si hubiese sido, en efecto, un gran paso para la Humanidad, como afirmó el emocionado astronauta Neil Armstrong, ahí estaríamos todos representados y no tan solo los que creen en las banderas de los estados nación como método de representación legítima ante una gesta de esta envergadura.

Cambiando de siglo y de conquista, y también de continente, el pueblo llano barcelonés, a día de hoy y gracias a organizadores como los de Astra, cuenta con otras maneras de viajar en naves espaciales conjuntas, alejadas del mundanal rudio del centro de las ciudades, de la comercialidad de los sonidos y de los espacios habituales. Y, como aquí intentaré pésimamente demostrar, llegamos mucho más lejos que a nuestro satélite —bueno, de la Tierra, que ni el planeta es nuestro ni la Luna, pero sí el Techno—. Sí, algunos ya sabréis a lo que me refiero, a ese otro tipo de viajes que se comenzaron a expandir en la Inglaterra del Acid House a finales de los ochenta y que, a pesar de ser escasos a día de hoy, algunos logran llevar a cabo con éxito y sudor, no sin exponerse a riesgos y a momentos de estrés y dificultades. Lo principal es encontrar una nave, pero no de las que vuelan, sino de las que pueden albergar un buen centenar de decibelios con un soundsystem de aúpa, darle alma con una serie de expertos y entregados djs y dotarla con el suficiente flow y un sistema de luces que ayude al despegue. Parece mucho más sencillo de lo que es en realidad, y más con la legislación vigente en una ciudad como Barcelona. Pero sí, efectivamente, en Astra saben lo que hacen y, de hecho, Neiland, su organizador, ya preparaba viajes así hace una década y con Astra ha seguido la estela en los últimos tiempos. Más que un gran paso para la Humanidad, en plan grandilocuente, las buenas raves son un fiestón para la comunidad. Afortunados aquellos que hemos podido descubrirlos en este proyecto que ya acarrea diversas fechas y cuya última, el pasado fin de año —sin contar la reciente de febrero, se dice se comenta que excelente, en The Garage of the Bass Valley—, pude presenciar, gozar, y hasta hacerme olvidar que tenía una comida familiar el día uno —spoiler, imaginadme a mí, tras incontables horas de baile desenfrenado, comentando a la gente, bueno, me tengo que ir, es hora de cumplir los deberes familiares. Empapado por el sudor, las gafas de sol puestas…aunque imagino que no fui el único que se la jugó del mismo modo, pero lo de apurar hasta la 1 del mediodía y volver en metro quizás fue algo too much por mi parte—.

Vaya nave, vaya rave.

Astra Barcelona Rave

Dicen que el espacio exterior está lleno de basura generada por la cantidad de cacharros que hemos enviado y que, o bien han petado o bien no han podido volver a nuestro planeta. Las raves, como sabéis, son tan sublimes como sucias, ambas cosas al mismo tiempo; esa aparente contradicción que, a mis ojos, solo emana una belleza todavía más compleja: como ese rasgo de la persona que te gusta y que la hace única, aunque sea una cicatriz, una peca, una cana, un ojo de cristal, whatever, cada uno con sus filias—.

Esta fue mi primera vez en Astra, y no será la última, o eso espero. Tras esta intro entre espacial y ravera, con clara exaltación de este tipo de eventos tan poco habituales hoy en día y tan salvajemente divertidos, pasemos al ruedo en modo crónica gonzística.

Astra: La crónica gonzística

Resulta que esos barrios que te daban miedo de pequeño son ahora la salvación, aquellos que, como acomodado nacido en el centro de Barcelona, te contaban los otros niños que eran chungos y tú bajabas la vista, temeroso al pensar en cruzarte con alguno de sus habitantes. En cambio, unos años más tarde y unos prejuicios menos después, asientes con una sonrisa cuando te dicen la ubicación y pensando, cuando más lejos y random, mejor. Tu primer Astra, con ciertos comentarios que hablan de la truncada historia de la anterior. Pero no por eso dejarás de ir, más bien todo lo contrario. Como he dicho, montar este tipo de eventos es algo que veo como heroico, como una batalla que lidiar contra cualquier tipo de adversidad —seguridad, controles, sonido, personal, provisiones, peña impresentable…—. Si yo soy incapaz de montar cualquier cosa que no sea un after en mi casa, imaginadme ante el reto de montar algo para más de 1000 personas en una ubicación remota y, encima, en fin de año. Sí, esto es algo que pocos valientes se atreven a llevar a cabo. Neiland, uno de ellos. Yo, que apenas celebro mi cumple y que agradezco por mensajes rancios las felicitaciones. Y Neiland y la crew que se montan este farramen considerable como celebración del nuevo año para todos y del happy birthday del dj. Como para perdérselo.

Astra Rave Fin de Año.jpg

La puerta metálica de la nave se abre cautelosamente por la zona del personal, hay poco movimiento en la zona de carga y descarga, puesto que son ya las 6 y pico am y, si todo va más o menos según lo previsto, Adriana López debería estar pinchando ya. Tras un espacio vacío que sirve como zona de aclimatamiento, a la derecha se encuentran las taquillas de la entrada y, un poco más adelante, a la izquierda, la zona de los toiletten. A esa hora todavía no lo sé, pero sudaré tanto y me entregaré tanto a la causa que solo los usaré una vez. El push que llevo, reconozcámsolo, es suficiente para ir a la Luna y volver, pero lo que me encuentro en la pista se queda casi corto comparado con mis energías. Impresiona ver el escenario cerrado por vallas de obra, tan cerca y lejos al mismo tiempo, y los pedazo de Funktion One que copan el espacio central de la Nave. Como suelo hacer ante una situación así, respiro hondo y trato de empaparme del rollo, del caos festivo, de los trasiegos, de ver que llegas al viaje cuando has salido ya de la estratosfera y la cosa está más que avanzada. Lo más interesante, a primera vista, resulta la mezcla generacional del lugar. Desde puretas entrados en años que siguen la senda de la nocturnidad y el trasnochar como deporte casi profesional, hasta la juventud más entregada a sus primeras experiencias extreme. Me imagino a muchos teens haciendo correr la voz de la misteriosa rave que se celebra en Barcelona en fin de año, flipándolo con la movida. Y me alegro por ellos. Esas primeras veces marcan, y comparado con una experiencia de club, un Astra está, no doubt, a otro nivel —cuidado, no estoy diciendo que no se esté bien a gusto en los clubes, ya me entendéis—.

El tema del guardarropa está resuelto con ingenio, y las mismas vallas de obra que sirven para delimitar los espacios que no puedes cruzar, guardan las chaquetas de los cientos de personas que ya se han quedado en paños menores por el calor y la intensidad que supura la Nave. Un zig zag de vallas y chaquetas y un entregado equipo de gente haciendo malabares para que eso tenga sentido y nadie se quede sin su chaqueta al salir. Una rave con guardarropa es algo así como el agua que te dan en el Cabify, o un libro ilustrado: podrían no estar las ilustraciones, podría no haber agua, podrías dejar la chaqueta en una montaña húmeda de la esquina, lo harías, pero agradeces ese upgrade gustosamente.

Respiro de nuevo, como si la primera vez no hubiese sido suficiente, y trato de hacerme con el espacio, abarrotado, es imposible meterse a esa hora en la pista, cosa que me alegra, puesto que necesito siempre bastante cerco a mi alrededor para bailar y de eso, en la Nave, sobra, aunque sea algo lejos de la pista y no puedas apreciar el sonido con la misma potencia y claridad. Me situo discretamente en un lateral, zona de paso, y contemplo cómo efectivamente el viaje lleva horas ya sin mí y asumo que así seguirá cuando me vaya. Por la cabina han pasado ya Mario Picosso, Dhanimal y Dario Duegra y Men. Por delante me quedan el final de Adriana López, Audiolux y Lowsystem, Killin’s Urcos, Nico y Guim y Neiland. Eric Fetcher ha tenido que cancelar, en el único live que estaba planteado para la ocasión. Què hi farem, coses del directe. Nunca mejor dicho.

El grupo se dispersa, la felicidad se expande, el calor aprieta, el baile no cesa. La mayoría de gente se mueve con poco entusiasmo, entre agotada o muy ensimismada, imagino que delante, en el centro, in front de la tarima, la cosa hierve, pero no alcanzo a ver con mi escaso 1,79 más allá de quien tengo delante. Sin embargo, una pareja festiva llama mi atención. Bailan escandalosamente bien y sonríen, mucho, y no están pegados el uno al otro en plan ñoñismo, no, esta pareja baila con un double bounce en los pies que admiro. Interactúo con ellos, les felicito por los bailes, les digo que la mayoría de parejas no fluyen así, y me dan las gracias. Ella es mayor que él, se conocieron en clases de baile y, obviamente, Astra es su puesta de largo: su momento para saltarse las normas y los horarios y dejarse llevar hasta caer rendidos.

Adriana López no perdona ni un solo beat, su set es una bacanal que no deja escapatoria. No esperes clemencia, ni respiro. O lo tomas o lo dejas. Aquí te puedes hacer una idea de por dónde van los tiros, en caso de que no la conozcas todavía o quieras escuchar más buena mandanga de ella:

Y lo cierto, para que lo voy a negar, es que mi entendimiento no está puesto exactamente en el transcurso de los djs, aunque obviamente voy mirando el reloj y viendo los cambios de sonido que se producen entre los artistas, como la entrada de Killin’s Surcos, fundadores de Set Theory, pasadas las 10 de la mañana, petándolo con tracks más shiny y arrancando, si mi lastrada memoria no falla, con New Order. Si os hablaba al inicio del espacio exterior, además de vincularlo al nombre de la rave, Astra, es precisamente por lo que os voy a contar ahora: si estás realmente subido a la nave, concentrado en la velocidad de crucero a la que se ha llegado una vez ha salido el sol, estando en mitad de la pista, que se ha vaciado ligeramente y ya me atrevo a cruzar —sin riesgo a quedarme empapado de sudor, porque ya lo estoy—, puedes tener la suerte o la experiencia de adentrarte en las consecuencias de la teoría de la relatividad de Einstein, en lo que refiere al espacio-tiempo.

Mis nociones de física son tan lamentables como el estado de algunos teens en la rave, así que imaginaos la empanada mental que viene ahora para intentar explicar algo a lo que llegué intuitivamente, de manera muy simple: puede darse el caso de que haya pliegues espacio-temporales en el espacio, lo que implica que la distancia no siga la geometría euclidiana. Es algo así, creo, o quizás no se trate de un pliegue, si no de la extraña velocidad que estamos alcanzando en la rave, y que eso tenga efectos sobre cómo se percibe el espacio. Porque, en Astra, a algunos nos está pasando lo mismo. De golpe, dices, voy a acercarme más a los altavoces, y terminas en el fondo de la pista bailando solo. El espacio se dilata, se contrae, el tiempo se acelera, el reloj y sus agujas —sí, tengo un reloj no digital— saltan de hora en hora como en la Tierra lo harían minuto a minuto. No sé en qué planeta estamos, ni por qué estoy mirando en Wikipedia algo que intento explicar pero no entiendo. Es imposible, no puede ser, me digo. Y entonces, la respuesta se halla ante mí: estamos viajando a la velocidad de la luz, La teoría es "especial", ya que solo se aplica en el caso especial/particular donde la curvatura del espacio-tiempo producida por acción de la gravedad es irrelevante, es decir, en esta teoría Einstein no tuvo en cuenta a la gravedad como variable. Por esta misma razón, podemos estar celebrando no ya el cumpleaños de Neiland en este 2020, si no su mismo nacimiento o el día que cumplirá 80 años —le deseo una larga vida, y muchas senior Astras, of course—. Los que también parecen haber entrado en esta dimensión loca de Astra, en la que la gravedad no existe y por lo tanto estás en cualquier parte a cualquier hora, son la pareja de dancers que os comentaba, porque me los voy encontrando en diversos puntos de la pista, siempre con una sonrisa, siempre petándolo. Y tenemos a un nuevo astronauta en la misión, un joven con pajarita. Os tengo que hablar de él, porque su aparición en diversos momentos forma parte del exotismo Astra. Esta es más o menos su pinta, aunque hay que ponerle una pajarita y añadir la conversación que tenemos:

Untitled design.jpg

El joven mozo está en plan disfrutón, como podéis ver en la imagen, pero va terriblemente perdido con los pasos de baile. No sabe moverse, no sabe bailar techno, lleva una pajarita que no se aprecia en la imagen debido a su sonrisa tremenda, pero es el outfit más llamativo de toda la rave. Camisa y pajarita, y un smiley. Es todo lo que se puede decir de él, a simple vista. En esas que le dirijo la palabra:

—Me mola tu outfit, aunque puedo decir que es algo estrambótico para una rave.

—Si, tienes razón, me dijeron que llamaría un poco la atención, pero es fin de año y quería vestirme con algo especial.

—Para esta rave no has acertado mucho, aunque debo decir que aquí todos somos bienvenidos siempre y cuando le demos al son del techno.

—No sé, es mi primera rave, y además no conozco el techno muy bien.

—Tienes suerte, querido, entonces estás viviendo un momento maravilloso, descubriendo algo tan potente en tan buen sitio. Lo único que te recomiendo es que intentes fluir al bailar. Mira así, con los pies —le muestro el double bounce de la pareja bailonga y él asiente, pone los ojos bizcos porque no ve casi nada a esas alturas—, le enseño mi artículo de cómo bailar techno. Con el smiley que lleva pegado de oreja a oreja, asiente y parece entender. Y comienza a hacer como la vendimia.

pisado-uvas-5.gif

Imaginaos la situación. 11 o 12 de la mañana, viajando a la velocidad de luz con una pareja dancer double bounce y un astrounauta con pajarita en su primer viaje ravero haciendo la techno-vendimia. Y con un descontrol absoluto de dónde y cómo colocarse en la pista, puesto que las distancias son relativas desde que hemos atravesado los 1 080 000 000 km/h.

Tengo que abandonar la nave por fuerza mayor —recordad mi comida familiar— sobre la una del mediodía, cuando Nico y Guim siguen en los platos. Las gafas de sol, azuladas, no logran contener el cambio de velocidad y el back to Earth y uno de los cristales se me rompe justo al salir al exterior. Mareado y cabreado por estar de nuevo en la Tierra, chorreando sudor y sin nadie a la vista —la discreción fuera de la rave ha sido uno de sus éxitos, sin duda— a mi alrededor, intento pillar un Cabify, un vehículo terrestre convencional que me lleve a casa. Pero no hay manera, están todos ocupados o durmiendo la mona.

Termino en el metro, escuchando en los auriculares todo aquello que vaya a más de 135 bpm, acompañado por familias que van a pasear un uno de enero de 2020 por la playa de la Barceloneta. Mientras tanto, algo en mí sigue en el espacio exterior, con ese millar de astronautas raveros, en la secret location, viendo cómo circula por delante de mí un lineup impecable que termina donde termina la realidad On Earth y entra Einstein en acción. ¿Será Neiland un Einstein del techno camuflado? No lo sé, no he podido escuchar su set por falta de tiempo. Pero Astra es sin duda un experimento techno-espacial considerable, del que me costará recuperarme, y que no pienso olvidar.

Todo agradecimiento es poco y toda crónica, o intento de hacerla, se queda corta. Tendría que haber estudiado física, tendría que haber abrazado a los djs, tendría que haber lamido las paredes —como la gente que sacaba el rotulador y firmaba con sus movidas en las paredes—, tendría que saber escribir más y mejor. Pero qué estoy diciendo, a ver, no hay que olvidar algo muy simple, me digo, antes de darle a publicar esto:

Si te gusta el techno, los viajes espaciales, vives en Barcelona y 15 horas de baile no te amedentran, get ready para la siguiente Astra