Eduardo de la Calle: «El Arte es un cuerpo desnudo, en internet solo están sus bragas»

Tras casi tres décadas en activo, el dj y productor Eduardo de la Calle pone fin, este 2020, a su carrera profesional como artista. Después de incontables giras, lanzamientos y proyectos, publica también su último trabajo, Mindfulness Hipernormalisation, inspirado en el film de Adam Curtis. En esta entrevista sin filtros, que se ha gestado en los últimos meses, Eduardo de la Calle habla tanto de lo que se lleva consigo en su nueva etapa como de aquello que deja atrás, como por ejemplo las redes sociales.

ACTUALIZACIÓN: Tras anunciar su retirada en esta entrevista hecha en 2020, Eduardo de la Calle anuncia sin previo aviso en redes sociales dos giras (Colombia y Estados Unidos) para septiembre de 2021, por lo que su retirada de la escena, detallada en este contenido, fue más bien un gap year que, de hecho, no alcanzó el año entero.

Eduardo de la Calle en un seminario realizado en Argentina.

Eduardo de la Calle en un seminario realizado en Argentina.

Vanity Dust: Antes de ponerle fin el pasado mes de marzo, tu trayectoria ha pasado por muchas etapas, como es lógico cuando un artista tiene un largo recorrido. Me gustaría saber, en retrospectiva, cuál ha sido tu situación a nivel profesional en los últimos años. ¿Cómo ha sido tu trabajo? ¿Qué conclusiones sacas de hacia dónde está yendo la escena?

Eduardo de la Calle: A lo largo de mi carrera, y especialmente en los últimos años, siendo ya más consciente y más maduro, he intentado transmitir siempre algo con la música. Cosas basadas en mi experiencia y cotidianidad, incluyendo mis altos y bajos o ciertos sentimientos. Si alguien al otro lado encontraba respuesta o alivio, o quizás más preguntas, no era mi objetivo, aunque me alegra que en ocasiones haya ocurrido. 

Si la actitud es esa, el trabajo viene solo: ser, expresarse, fluir, crecer, alejarse de lo ortodoxo, dominar una técnica. Solo así puedo hacer algo con plenitud subjetiva y abstraerme completamente. Por eso, se me puede conocer a través de mi obra: los matices de inquietud, amor, felicidad, tristeza, frustración o desquicie están todos allí, dentro de mi obra, como algo plausible. Si en mitad de todo ello la industria gravitaba hacia otro lugar, otra nueva moda u otra corriente, a mí me daba un poco igual: la soledad, las horas de estudio o los viajes fueron siempre la inspiración y el motor hacia la búsqueda de mí mismo, hacia lo inexplorado. Entiendo que quedarse estancado o perder la capacidad de sorprenderme hubiese sido una señal. Si eso hubiese ocurrido, lo hubiese dejado hace tiempo. Pero eso nunca ocurrió y, ciertamente, pensarlo me llena de autoestima.

Sin embargo, tengo que reconocer que tengo una visión muy distópica de la industria ahora mismo. Una nueva generación de consumidores, mucho más joven, ha tomado el control casi por completo. Honestamente, no me siento parte de esta historia. En este sentido, creo que ha llegado el momento de la austeridad en lo que a mi carrera artística se refiere.

La gente persigue el arte como forma de éxito, no como forma de expresión. 

La industria, efectivamente, ha cambiado, y por lo menos hasta principios de 2020 la cosa tendía cada vez más al show. Sin embargo, tus referentes son otros, y tu sonido viene de otros caminos, muy variados, y van mucho más allá de la música electrónica. 

Evidentemente, la industria actual al completo se mueve de otro modo. Hoy, los djs o aspirantes compran las portadas en los medios. Se puede ser un artista sin tener talento y se puede llegar arriba siendo verdaderamente un cretino, sin tener valores ni objetivos más allá del propio éxito. Es como una socio-catarsis, un reflejo de nosotros mismos, o algo así como el negativo de una foto que cristaliza como sinónimo de nuestro presente. En este sentido, la próxima sorpresa podría ser el debut de Peggy Gou en Hollywood. 

Ser un aficionado es sinónimo de éxito, las masas lo compran bien. Ser artista ya no es compatible, es más bien algo perecedero.

En lo que a mí respecta, intento vivir en mi realidad, y aunque estuve y estoy muy cerca de  una manera muy activa en grandes sellos como Cocoon, Ik7 o Turbo, realmente no formo parte de todo este entramado. Por otro lado, parece que esa es la base o los pilares sobre los cuales un chorreo de continuos requests entran en mi bandeja de mails, pidiendo EPs, remixes o VA. Supongo que los sellos están siempre buscando un equilibrio entre lo underground y el manoseado mundo del mainstream. Por lo tanto, parece que me encuentro cómodo en ese rol, y ellos han notado hace rato que mi música encaja en ese punto intermedio: sin llegar a ser pedante o formar parte de lo comercial. Lo que hago todavía guarda una esencia, una autenticidad, más ecléctico y rico en matices, algo que pueden apreciar djs, sellos y consumidores. 

En relación al show, creo que hoy en día va de la mano de la decadencia. Sin embargo, The Prodigy siempre ofrecieron grandes shows, con potencia y calidad. Y aun pecando un poco de monótono o previsible, de mover a un público más joven o de repetir la misma fórmula, siempre tuvo mérito y como espectador uno se integraba rápidamente en su propuesta. Considero que estos tíos, como Liam Howlett o Dave Clarke, siempre han sido muy agresivos en su discurso creativo y eso es algo que me gusta, en el caso de Dave y sus gigs es obvio que siempre derramó mucha energía. Nombrar aquí a Ángel Molina me parece también pertinente. Creo que esto es algo esencial en los tiempos actuales, donde más del ochenta por ciento de lo que se produce es de baja calidad y viene producido de la mano de hijos de familias acomodadas. Incluso los padres de estos jóvenes productores pagan comisiones a intermediarios que los ponen en contacto con los oligarcas de la música o festivales para que estos hagan subir su pequeño monstruo en el escalafón de la fama. Amélie Lens es un claro y vivo ejemplo de esto, pero el tema es que funciona. De ahí en adelante, ¿qué más podemos decir los verdaderos artistas? Hemos sufrido toda esta catarsis en nuestro calendario, nos ha empobrecido a nivel de fechas.

Los artistas de hoy son una versión abstemia de Bukowski, un Caravaggio dentro de un condón gigante.
Eduardo de la Calle. Foto: Pablo Gallardo.

Eduardo de la Calle. Foto: Pablo Gallardo.

Respecto a quien me influye y me aporta a nivel creativo en mi día a día, puedo decirte que, a nivel musical, tanto Bill Evans como Miles Davis, John Coltrane o Chet Baker. Últimamente McCoy Tyner y Bill Withers. Me nutro de ellos y considero que su obra es un contínuo aprendizaje para mí, una oportunidad constante para hacerme reflexionar, replantearme cosas y seguir explorando.

En el campo de la escritura, John Kill, Scott Rogo o José Antonio Caravaca, discípulo directo de J.J. Benítez, influyen mucho en mi obra,  me hacen ver las cosas desde un prisma muy futurista y esotérico. Creo firmemente en las vivencias e investigaciones de estos tipos, que se han dejado el pellejo escribiendo, incluso llegando a poner en peligro su integridad física con sus incómodas publicaciones. La muerte del catalán Andreas Faber-Kaiser después de publicar su libro Pacto de Silencio es un ejemplo de ello. Como ves, no hay que irse a Estados Unidos para recordar a Gary Webb poniendo en jaque a la CIA y asumiendo las consecuencias. 

En el terreno cinematográfico, no soy un gran entendido y me atrae más el formato documental. Sé que me pierdo muchas cosas, pero por ejemplo documentales como The Mena Connection de Terry Reed o The Hipernormalisation de Adam Curtis me hacen perder un poco la cabeza, y me sirven para tener una visión más cercana de nuestra podrida sociedad y su funcionamiento.

Regresando al tema musical, hay trabajos como el de Theo Parrish que, sinceramente, me hacen perder mi autoestima artística, su nivel es tan alto y singular que me hace reflexionar, eso sí, positivamente. Es así, soy muy crítico conmigo mismo, pero a fin de cuentas, escuchar a Larkin o a Theo me enriquece y me empuja a explorar mis propias reglas, principios y límites. Es realmente interesante y hasta necesario para mí. 

El periodismo escrito está también demasiado desvirtuado y todos tenemos poca paciencia para leer contenidos largos en la red, el vídeo corto y el scroll han hecho mucho daño en este sentido. Desde el lado del periodismo musical, este directamente ha casi desaparecido, aunque sigue su estertor de un modo u otro a través de los medios especializados que intentan viralizar contenidos a toda costa, si puede ser de humor fácil, mejor —un niño disfrazado de Carl Cox, alguien pinchando en los fogones de la cocina como si fuesen platos de dj...—, o generar contenidos patrocinados haciéndolos pasar por contenido profesional. Estamos en una crisis sin precedentes en el sector, y puedes culpar a los influencers o a las redes, pero lo cierto es que entre todos hemos alimentado eso de un modo u otro, pensábamos que era la gallina de los huevos de oro hasta que se convirtió en una dependencia, con sus propias leyes, y llegó el fin de la red tal y como la conocíamos. Sé que has tenido experiencias nefastas con sellos prestigiosos y artistas reconocidos, en este sentido, me gustaría saber aquellas experiencias que sí te dejan un buen sabor de boca, las que merecieron la pena y las que te han decepcionado.

En este sentido, recomiendo el mencionado documental The Hipernormalisation. Viene al caso porque todos nos apuntamos al carro de las redes, del que nos creíamos los dueños. El propósito era simple: reinventarnos rápidamente y buscar un lugar en el mercado de una manera fresca y más acorde a los tiempos actuales. Sin embargo, luego nos dimos cuenta del error. Pero no hay que ser muy listo para ver que las redes tenían un propósito ulterior, machacar nuestro subconsciente. Hablando en plata, las redes son una herramienta de control social en manos de unos freaks amigos de los bankers que juegan a ser Dios. Toda la nueva generación de consumidores, cuanto más jóvenes mejor, han caído en ellas como una mosca en una telaraña. 

Cerrar tus redes sociales no te impide tener visibilidad. Si te han vendido lo contrario, o no sabes quién eres o te domina el entusiasmo.
Eduardo de la Calle, Madrid, 2016.

Eduardo de la Calle, Madrid, 2016.

El resultado de todo esto no es nada nuevo: una banalización total y absoluta, ya no solo del arte, sino también de las personas que lo representan; artistas, periodistas, plataformas digitales de peso, distribuidoras ,festivales y todo lo demás. Por otro lado, muy pocos o casi ningún artista ha tomado las medidas necesarias o ha reaccionado con contundencia, y por increíble que parezca han optado por apuntarse a la actual dirección de los acontecimientos.

Hasta dónde yo sé, los únicos que han mantenido un cierto criterio coherente han sido Richard D. James, Autechre y pocos más. Richard ha intentado mantener su esencia y a día de hoy regala su música a bastantes sellos de aquí de allá, usando otros seudónimos, saltándose así normas y contratos, logrando mantenerse un poco al margen lo establecido.

Terje Rypdal, Howard Shore o Alex Ebert son la antítesis del panorama musical actual.

Retomando tu pregunta sobre experiencias que han podido marcar mi carrera, he de decirte que siempre intentaré guardar las que han sido positivas. Creo que algunos de mis discos, y mi carrera en general, han llegado a un gran nivel, dejando trabajos que harán pensar durante las próximas décadas. Del resto de cosas que me han ocurrido, puedo decirte que haber sido ghost producer de Sven Väth o Paco Osuna y haber trabajado durante tres años con Derrick May han sido experiencias que rozan lo absurdo y lo estéril.

Por lo pronto, como te digo, me quedo con lo positivo, con mi redescubrimiento de alguien como Arcanoid, algo inesperado y enriquecedor que me ha hecho sentir aprendiz de nuevo. Me ha hecho descubrir un mundo totalmente nuevo, con la libertad de expresión como estandarte.

A Arcanoid le tengo que dar las gracias públicamente; su visión sobre las cosas y el mercado me ha impactado y ha lanzado mi creatividad exponencialmente hacia lugares insospechados. 

Por otro lado, ha sido un bálsamo recibir elogios sobre mi manera de mezclar o mi obra de personas como François Kevorkian. Me ha ayudado a redireccionar el concepto que tengo sobre mí mismo, a saber mejor quién soy o qué represento en mi país y fuera de él. François mezcló algunos álbumes para Kraftwerk y Depeche Mode, sobran las palabras. 

En este sentido, no estoy decepcionado, es simplemente que acepto las cosas de otra manera, y con eso me refiero a lo que actualmente me sucede y a las circunstancias que nos rodean. Me niego a reestructurar unas veinte fechas que tenía antes de la llegada del virus, que me hubiesen llevado a Sudáfrica, Australia, Dubai, Chile, Colombia o Argentina. Pero no solo eso, la situación va de otra cosa a la que vengo dándole vueltas desde hace tiempo: la música electrónica de calidad está condenada al ostracismo y a la desaparición, como ya ocurrió en Andalucía con el flamenco hondo, representado por Manuel Agujetas y pocos más. Es una cuestión de tiempo.

El Jazz y el Stage & Screen son el el techno de la nueva era.
Eduardo de la Calle, Madrid.

Eduardo de la Calle, Madrid.

Es curioso, pero la música electrónica, y en concreto el techno, siempre han estado relacionados con el futuro, en el sentido más optimista del término. Ahora la oscuridad predomina, en cierto modo. Ha ocurrido con otros géneros de música también en el pasado, no sé si estamos ante un estancamiento temporal a nivel creativo por ese lado o es algo que está ocurriendo a todos los niveles del ser humano: tenemos apps para cualquier cosa, pero luego nos cierran los bares y no sabemos dónde meternos. Y, lo peor, cuando estamos en el bar, cada 10 minutos tenemos que consultar nuestro móvil de nuevo por si nos hemos perdido algo que, de antemano, sabemos que es irrelevante el 99% de las veces. ¿Crees que nuestra condición como seres humanos va perdiendo fuelle a medida que el paradigma digital se convierte en una realidad constante? ¿Y que el techno, que tan bien lo vio venir, nos estaba avisando de que ello sería un estancamiento y no una liberación?

Sobre el libro Homodeus, Jordi Lozano subrayó que, con el advenimiento de la Inteligencia Artificial, un grupo selecto de seres humanos se aliará con las máquinas inteligentes y se optimizará nano tecnológicamente a través de la sociometría o la biometría, separándose así del Homo Sapiens, como este mismo hizo previamente al separarse del mundo animal. Esta Inteligencia Artificial sería algo así como el nuevo fuego de Prometeo. Sin embargo, esta separación de una élite provocaría una degeneración en el Homo Sapiens.

Según esta versión, el ser humano podría derivar en algo así como en ganado sofisticado.  No está de más decir que el ser humano es una amenaza seria para la existencia de buena parte de las especies del planeta, y salvo que estas sean plagas o estén criadas para nuestro consumo, el resto posiblemente acaben desapareciendo.

Raimon Panikkar, en el libro El ritmo del Ser, comenta que el hombre moderno habita un mundo tecnócrata que sigue la idea del progreso en un sentido estrictamente material, y que precisamente por eso se encuentra en regresión: del Homo Sapiens al Homo Habilis, es decir, en vez del hombre que sabe, tenemos al hombre que hace cosas; en vez del hombre que filosofa o busca conocer y entrar en contacto con el misterio de la existencia o el misterio del alma, tenemos todo lo contrario, el que sale al encuentro de lo material, lo tangible, rechazando cualquier pregunta sobre sí mismo que tenga un componente espiritual. 

Eduardo de la Calle Dj Set, Ballroom Club Beirut, 2018.

Eduardo de la Calle Dj Set, Ballroom Club Beirut, 2018.

Tus reflexiones me llevan a un punto importante dentro de tu momento presente, un cierre de etapa que va mucho más allá que el simple hecho de bajar de los escenarios y dedicarse a otra cosa. Me refiero que, por lo que sé, en ti hay también cierta búsqueda más allá de lo material y de seguir viviendo o sobreviviendo, según cómo se mire. ¿Dónde encontrar refugio o paz y qué hacer si se dejan de lado las artes creativas y uno se dedica a otro tipo de búsqueda? Cito al maestro zen D.T. Suzuki: «El hombre es homo sapiens y también es homo faber; pero el principal peligro al que se expone su condición de homo faber es el de esclavizarle de sus propias creaciones».  

Me parece interesante y muy pertinente lo que expones. Creo que no tendría sentido vivir en un universo creado explícitamente para vivir y morir sin ninguna causa ulterior, sin un camino que lleve al alma a la autorrealización y al crecimiento personal. ¿Acaso todo ha sido creado sin ton ni son para que los seres humanos inventemos algo llamado crecimiento económico? No lo veo, no lo compro en absoluto, como tampoco compro nada que implique la máxima de “el hombre por el hombre” como camino posible para hallar armonía y plenitud a nivel social o como individuos. Las cosas, según creo, no son tan simples como parecen, aunque dudo que eso le importe a nadie. Artistas imbuidos por Netflix, partidos de fútbol,  cañitas al sol y cosas por el estilo prevalecen hoy por hoy, y nadie lee un maldito libro. 

Ser un cretino está de moda, pero funciona. Es la pentatónica que todo lo gobierna.

Yo seguiré con mi estilo de vida: leer, meditar y, cuando pueda, volver a estar al servicio de los demás a través de el Bhakti Yoga. Con una disciplina férrea se puede experimentar una salida al misterio y al propósito de la vida, o por lo menos así lo viví en un pasado no muy lejano. 

El Arte es un cuerpo desnudo, en internet solo están sus bragas.

Más allá de creadores y fines ulteriores, yo siempre opto por la respuesta más simple: no es que haya un sentido per sé, sino que hay que crearlo, con el riesgo de no encontrarlo, de perderlo por el camino. Tú ya lo has encontrado durante mucho tiempo en la música y también con la disciplina dura que planteas, practicando yoga y con unas rutinas muy estrictas. Hasta cierto punto entiendo que quieras salirte de todo el juego de la música, en el que hay mucho ruido, egos y business, y te decantes por la otra opción, mucho más contemplativa y exigente a otros niveles. ¿Por qué, si encontraste ya ese sentido en la vida contemplativa y la disciplina, decidiste volver a la música? ¿Era como darle una última oportunidad? Por otro lado, acabas de terminar tu último álbum, en el que se respira, al fin, mucha libertad creativa. Me gustaría que me hablases de ello también, de qué has querido volcar en este último trabajo tan particular.

De algún modo, perdí la inspiración. El camino espiritual es algo que requiere entusiasmo y mucha concentración y también un deseo interior muy sincero. Y cuando digo sincero me refiero a una auténtica honestidad hacia la meta en sí misma, hacia uno mismo y su destino; parece que yo aún no encajaba en la ecuación. Por otro lado, pensé que fuera de este camino o disciplina me quedaban algunas cosas por hacer, y la verdad es que después de un tiempo voy interiorizando que quizás estuve equivocado. Quizás tomé una mala decisión al alejarme de ello. Dicen que el placer después de un tiempo se convierte en veneno, y que luego el veneno o aquello que odiamos pero practicamos con diligencia, resiliencia y perseverancia se convierte en placer. 

Si eres de familia acomodada, el techno es tu número de pie perfecto. 

El álbum ha sido un proceso creativo muy profundo, también doloroso. Aunque haya tenido una carrera muy elástica y prolífica a nivel creativo, ha sido algo completamente nuevo y hecho a la antigua usanza: un sello que te paga bien mientras tú trabajas sin descanso en completa libertad y sin más preocupaciones. El sello confía en tus habilidades al cien por cien y todo está cubierto. Así todo va sobre ruedas: no hay plazos de entrega y la comunicación no solo es fluida, sino que también es amena, honesta, sensible y empática. Las cosas salen bien, se le da mil vueltas a todo, se hacen cuarenta o cincuenta bocetos en noventa días hasta estar exhausto y finalmente se hace la selección final. Vamos, que solo faltaba tener una casa en la playa que corriera a cuenta del sello discográfico en cuestión (Konsysttenzia), pero encontré algo mejor: tuve al otro lado del teléfono a Arcanoid durante un mes. ¿Qué más se puede pedir? Arcanoid es el artista más longevo y forteano de la escena nacional, más allá de cualquier estereotipo musical. Y digo forteano porque está tan lejos de todo y de todos como en su día lo estuvo Charles Fort con sus avanzados estudios sobre lo anómalo.

No me gusta hablar de mi trabajo, si no habla por sí mismo es un fracaso.

Fueron necesarias largas conversaciones con Luis (Arcanoid) y con José, el dueño del sello, para romper con algunas molestas y cristalizadas maneras de producir que arrastraba en el estudio en los últimos dos o tres años. Así es cómo el álbum Mindfulness Hipernormalisation ha visto la luz, sin duda creo que es mi mejor largo hasta la fecha. En este álbum he podido ser por primera vez mucho más libre a la hora de componer, sin dejarme llevar mucho por influencias presentes o pasadas, solo fijandome únicamente en un hilo conductor con la libertad de expresión como principal pivote central alrededor del cual todo giraba.