Una noche en The Blocken: fiesta secreta, lotería y keta. Una noche en The Brocken: practicando bailes con una Dj amateur de poca monta. Una noche en The Brocken: Por Favor.

El guía de la expedición hacia la fiesta secreta tiene 52 años y es medio ciego y vende cupones y, según afirma Dek, 'se pega farrotes de cuatro días'. Historias como esta hacen que yo ya no sepa cuantas juventudes es capaz de tolerar dignamente un ser humano. Mis respetos parciales al tipo, nuestro partyharder. Siempre he admirado a la gente que toma decisiones basándose en maximizar el placer a toda costa y asumiendo hasta las últimas consecuencias que aquí no hay nada que perder. El guía es conocido también por ser experto en concatenar bajas médicas durante semanas o meses. «Estoy cansado de trabajar», me comenta cuando sale el tema a colación y avanzamos por la calle desierta hacia Blocken. Recapitulemos: farras de cuatro días y récord de bajas laborales en el business de la loto callejera. Uau. Spain is different. Solo un tipo así podía llevarnos a Blocken, un edificio de 8 plantas casi abandonado en el que en el último piso se celebran fiestas puntualmente con hora de inicio pero sin hora de cierre. La dinámica es parecida a hacer clic en los productos relacionados de Amazon. Buscabas un libro y acabas valorando si un espejo en forma de estrella roja y unos zapatos para los bolos es lo que necesitas para que todo vaya un poco mejor.
Nuestra formación festiva consta de cuatro integrantes altamente cualificados. Dek, experimentado fiestero, empresario audaz y persona de bien. Reel, empresaria audaz, SoundCloud hunter y elegante dancer advanced. Cayenne, sagaz y risueña rubia de ojos claros experta en marihuana y miradas deep wild y en bailar como flotando. El último integrante soy yo, así que ahorrémonos fútiles pormenores.
En la puerta nos recibe un punki de cresta roja que nos lleva a un montacargas. Obviamente, nuestro guía conoce al punki y eso facilita nuestro rápido acceso. Hay 2 tipos de fiestas: las que llegas por tierra, mar y aire y, por otro lado, las que llegas en montacargas. Es como entrar en un restaurante vegetariano con Ronald McDonald llevándote a caballito. Son las 2 de la madrugada y hay poca gente; llegamos pronto y, como quien se lanza a por una misión que exige concentración y rigurosidad entre camaradas, antes de salir del montacargas en el último piso, intercambiamos miradas entre la formación, incluyendo nuestro guía techno-cuponero.
Como dicta la tradición de los garitos guarros, el sistema de ventilación de la sala es inexistente. Al escrutar el lugar, y confirmar su estrambótica y amateur distribución de espacios, me topo con un musculator en modo buenrollete. Joder, no es otro que Pani, el skinette chungo del instituto, amigo de mi primera novia, que siempre me miraba con esa sonrisa de «tú estás con el pivón de mi amiga y podría destrozarte la cabeza pero no lo haré por ahora». El tío va rapado al cero y se alegra al reconocerme. Intervengo primero:
—Así que ahora te mola el techno, eh, ¿Pani?
—Bueh, es la movida. ¿Vienes mucho por aquí?
—No, e intuyo que tú sí, right? —respondo sin razón aparente con cierto tono pique light gratuito.
Sí, conozco al jefe. Hoy salgo a darlo todo, trabajo haciendo anuncios de modelo y tal y ahora estoy libre.
—Ajá. Estaré al loro por si te veo en los anuncios de Youtube. Es que otros no veo. Ya sabes que la tele, poco...¿Y en la revista Forbes no ha salido ningún anuncio tuyo por ahora? Ostia, ya lo tengo, ¿Eras el del yogur de frutas orgánicas que salía labrando un huerto en Cornellà?
Viendo que la cosa no da más de sí, y que por mucho que haya interés no nos vamos a hostiar ni de coña, Pani saca una pirula del bolsillo y se la mete cuello abajo sin acompañarla con un trago. Nos saludamos amablemente y sonriendo como si esa conversación no hubiese tenido lugar. Y es que quizás no ha tenido lugar. En Blocken hay que aceptar este tipo de torpes disfunciones.
Chequeo la zona de la tarima del Dj. La sorpresa es agradable, resulta que es una Dj simpaticona y pivoncete la que está a cargo de los platos con un resultado que consigue hacerme pasar del modo aburrimiento al modo temitas flow para fregar los platos a buen ritmo.
A la Dj, que parece nerviosilla pero ilusionada y con ganas, la tarima le queda muy pequeña. Eso complica su trabajo en la mesa de platos y tiene que volcar más de medio cuerpo hacia delante para pinchar en condiciones. ¿Resultado? ¡Premio, un escote para el público participante!

 

Nuestro guía techno-cupón ya anda metiéndole la chapa a alguna peña que está cerca de la barra. Pasa por delante de Dek y le dice «toma un pollo de keta, anda, de regalo.». La keta, al igual que los ataúdes, no puede regalarse bajo ningún concepto. Eso es de gente fea. Os diré más, no he probado la keta —solo en Berghain, a alguna hora entre domingo y lunes, y eso no cuenta— y no por ello he estado menos horas intentando salir de un baño sin pestillo ni tampoco he recordado mejor cómo he regresado algunas veces a casa casi vestido y caminando de espaldas.
Nos dirigimos a la parte trasera de la sala, lugar para el cutre-chill convertido en narco-chill con sofás peligrosos, plantas injustificables y, oh sí, una silla de barbero oldschool pro. Hay varios grupúsculos de gentes dándole a la tocha y al rulo y con, creo intuir, poco o nada más que decir. Suele pasar, lo de no poder aportar mucho. Conozco estos casos en otros gremios no tan cualificados como las academias de repaso o los eventos de patina en familia por la playa y usa siempre crema solar +30 con tu peque.
Cayenne se saca su saquito de maría del bolso y, con sus ojos claros pero tintados de rojo, procede a liarse un porro sentada en mi regazo. Mientras tanto, observo como Dek y Reel bailotean con poco entusiasmo ante la Dj Sexy Teen Playing Techno With 2 Hands and Nice Breasts. 
 
Nuestro ritual narcótico procede sin mayores sobresaltos —incluido mi open-wallet-credit-card-ticket roll & refresh— y regresamos a la zona central de la pista. Sabes que estás en una fiestucha seria cuando, sobre las tres de la madrugada, ciertos estereotipos de personajes con sus particularidades, que serían cuestionables en otros lugares, campan a sus anchas. En mi primer scroll de persons detecto dos engendros que cumplen mis expectativas medianamente:
1. Bollera-Salida-Agressive Mood: pintas raveras poco elaboradas, algún tatuaje incomprensible y medio borrado, un pelo rollo Elvi's con clapas y mirada de «tú tener rabo te corto cabeza con mirada obsessive marronera». La tía va de chorba en chorba a enganchar bien el potorro. Y luego vacila con la mirada a los tíos. Y, claro, como es tía, ¿qué vas a hacer?. Mentira, no pienso ya en estas memeces porque estoy viendo a
2. El forzudo-yonki-hormonado-ventilador: hagámoslo fácil, imaginemos a un tío que va mucho al gym, normalmente sin dormir, toma batidos, no come casi nada, se droga a piñón y le sube tanto el percal hormonal que necesita ventilar con la boca juntando mucho las cejas y concentrado: SHHHHTTTT SHHHHHTTTT. Es como una olla a presión pero llena de pirulas y anabolizantes y una esperanza de vida similar a la de cualquier habitante de un museo de cera. El tío sopla solo muy puesto. Como si hubiese asumido de forma natural que necesita hiperventilar para no explotar cuando sale de fiesta.Avanzo a estos dos sujetos y me sitúo con la formación a poca distancia de Dj Teen Breasts, a la que poco repertorio musical le queda y que fuerza su selección pasándose al richiehautismo 2007-2010. Cayenne y su sonrisa, selectiva, que me transmite el mood pertinente para ir a pedir unas birras. De lata y a 4€. Puta mentalidad monopolista de este país. Al saber que no podemos comprar una birra a un kilómetro a la redonda, exprimen el precio de la maldita Estrella Ramm y te lo restriegan por la cara. Lo único que hace que no me cabree del todo es que el tipo que organiza la movida se juega el pellejo si intervienen la movida. Eso tiene su coste y valor, sí. Las camareras son del estilo en qué momento entraste en el mundo de currar de noche y cómo 10 años después sigues petándolo como quien sale en bici de paseo los domingos por la mañana. Parecen bastante relajadas y hay unas velas en la barra, sin ton ni son, que podrían hacer arder fácil las rastas del petao intruder de turno.

Siento que baja la intensidad y el ánimo inicial y ya vemos la fiesta con bastante menos carisma trash. Busty Teen Dj acaba su set con algunos aplausos y entra en escena algo que no pinta nada bien. Dj Miguelín da Silva, de aspecto latino y cara de gustarse mucho. Su repertorio inicial consta de un beat porculero —es decir, monótono sin gracia, facilón, incapaz de sostenerse por sí solo— y temas que suenan a Matinée descolorido pasado por unas castañuelas caseras y la voz de su abuela cantando en la ducha. Tengo que reaccionar ante este despropósito musical: sigue haciendo calor y me planteo si es el momento de comenzar mis clases de baile. Para ello, tomo a Cayenne de la mano e inicio el show.

1. Baile lo vivo enchufao: cara muy seria, mirada frontal a la víctima y bailando por encima del beat. Es decir, que en cada beat hagas mínimo dos movimientos y no uno solo, generando una sensación de hiperbaile y de sobrerevolucionado que hace que a) el resto parezcan desacompasados y b) te pidan speed todos los que se cruzan contigo. Canción ideal para hacerlo:

2. Baile techno-perraco: buscas el frente de Cayenne y apoyas el tuyo. Caras muy cerca, manos en las caderas y hacer justo lo contrario que en baile 1. Un movimiento cada dos beats, ralentizando el tiempo, ojos cerrados y agarrarse la propia camiseta del pecho en plan buf me follaría a mí mismo así que mejor que lo hagas tú. Canción ideal:

3. Baile acoso y derribo hard: lentamente acompaño a Cayenne hacia la pared. Su culo queda pegado contra ella —cosa que siento en el alma, imaginaos las paredes de The Blocken a estas alturas—. Coloco también una mano en la pared —todo sea por el baile, damn— y con la otra recorro el cuello de Cayenne desde un lateral hacia su escote. Acto seguido, miro al suelo y veo cómo ella sigue el ritmo con los pies —y se está partiendo la caja con mi show, cosa que me resta credibilidad, una vez más—. Paso final, pongo las dos manos contra la pared, arrimamos los cuerpos y Cayenne queda en medio, como encerrada, y levanto la vista al cielo como agradeciendo al Organizador del Cotarro que haya sido tan considerado conmigo en ocasiones así. Temón para hacer esto:

Transpirando y pasado de vueltas, regreso con Cayenne a la narco-chill-zone. Esta vez nos sentamos felices en la silla metálica de barbero. Es un poco como el trono de un rey acid. Puedes ver a lo lejos el Dj pinchando y a la derecha los yonkies ravers garrulers. Es decir, lo controlas todo y no haces nada salvo impregnarte sin esfuerzo del ciego general.

Shit. Noto mi voz quebrada, ronca. Intento susurrar algo al oído de Cayenne y ella gira la cabeza hacia mí y pone cara de Qué coño me estás contando con esta voz de leñador carajillero de les terres de Lleida. Pero, como bien sabemos gracias a los taoístas y al sentido común de la portera —no hay mal que por bien no venga— caigo en la cuenta de que mi voz es muy Rust, el prota yonkipro de True Detective. Así que eso me dota de toda una gestualidad parecida a la suya y me hace sentir bastante interesante y con carácter poco habitual. La silla de barbero me viene al pelo. Miro a un tipo bajito de ojos pequeños y mentón chato que está a mi lado. Me dirijo a él con voz de Rust.

—Compañero, colega, tío, Miguelín da Silva, el puto Dj que está ahora dándole al Sync en nuestro jeto, ¿a ti que te parece? —Doy una ultra calada y sé que ya de base he cometido el error de preguntar. Rust solo pregunta a víctimas, testigos y sospechosos, nunca para entablar conversación. Pero a estas alturas del rodaje hay que tirar del carro como sea y pasar el rato con dignidad. —¿Qué Dj dices? ¿Ya no está la tía esa tetuda? Es que desde tan lejos no veo. —Creo que se debe más a tu estatura que no a la lejanía de la tarima, pero es reconfortante comprobar que tu capacidad para mentirte y justificarte, tan propia de nuestra especie, sigue intacta a las...joder, ¿5 de la mañana? ¿El puto Miguelín da Silva lleva ya una hora destrozando mi gusto musical? Cayenne —la miro y toso profundamente—, we should go. Quiero dar una vuelta por los polígonos de la zona y hacer check-in en Foursquare en cada uno de ellos. Foursquare poligonero, qué de puta madre. —Quiero fumar otro porro, espera —y me acaricia el pelo y luego dejo caer mi espalda hacia atrás y noto como mis hombros se destensan. Qué prisa hay, en realidad, añado.

No sé si salimos de ahí a las 6 o a las 8 pero ya es de día cuando bajamos las escaleras y el punki nos comenta algo acojonado que la poli ha estado merodeando por la calle; que salgamos al trote y vayamos directos a la Diagonal. Me guardo la harina y los trocitos de pan en la huevera. Dek y Reel siguen por ahí arriba, han conseguido soportar la penuria causada por Miguelín da Silva y ahora disfrutan con un tío que toca el violín eléctrico junto con el live en el ordenador y cuyo resultado, vistas las limitaciones de The Blocken, es bastante decente.

Ahí van los Mozos de Guarra con su patético Seat Altea. Cayenne y yo seguimos caminando por la acera como si nada. Ella, chica experta en trabajar bajo presión, canta una canción tirolesa que deja descolocados a los Mozos cuando el que conduce baja la ventanilla y nos pregunta que de dónde venimos. 15 seconds in a Secret Party@Barcelona 'Mar'. from Vanity Dust on Vimeo.

Le enseño el vídeo en el iPhone5.

—Venimos de este lugar. En efecto, es un puto desastre de sitio, señor madero. Por eso nos hemos ido. Pensábamos que sería una agradable cena exótica con unos amigos de ultramar que hacía tiempo que no veíamos y resulta que han montado una jarana insoportable y no tiene nada que ver. Si pueden, vayan y pregunten por un tal Miguelín da Silva, es uno de los que maneja el cotarro y también suele pasearse los lunes por la mañana cerca de las guarderías de la zona alta de la ciudad. Y, ahora, si nos disculpan, mi amiga Cayenne está bastante deshecha tras la frustración culnaria que nos hemos llevado al vernos en este lío festivo para orangutanes. Cayenne ya hace rato que ha dejado de cantar cosas del Tirol y ahora, con las facciones tensas y una mirada desubicada pero inquietante suelta en plan a la ligera:

—Por favor.

Los policías se miran. Claro, por favor. Cómo no se les había ocurrido antes, ni a mí tampoco. El 'por favor' de Cayenne es tan ambiguo y desconcertante que deciden no cuestionarlo. Es como una palabra clave que desactiva a los androides. Tan random que te quedas loco. Por favor. Los petaos maderos suben la ventanilla del Altea y arrancan más mal que bien y se pierden por la lejanía poligonera. Una cosa es usar las clásicas armas de chica para salir de un apuro policial: miradita, lo siento agente, verá, escote, etc... y la otra es sencillamente decir POR FAVOR.

Superados todos los impedimentos para alejarnos de The Blocken de una santa vez, paramos un taxi e intento convencer al taxista de que nos deje fumar dentro. Me agarran del brazo por detrás.

—Eh, se me ha olvidado de decírtelo antes. ¿Un gramito de keta y un boleto, colega? Aprovecha que no curraré en dos meses seguidos. —Por favor.

 

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